domingo, 16 de enero de 2011

En mayo, ¡todos a Roma!


Cuando era joven, tuvo que superar la muerte de toda su familia; soportó la dura vida del obrero en una fábrica y estudió en la clandestinidad sin la ayuda de profesores. Así se forjó Juan Pablo II.

Su historia comienza en Wadowice, una pequeña ciudad polaca, el 18 de mayo de 1920. Un mes después fue bautizado. Dijo que aquí nació su vocación al cristianismo y al sacerdocio. Después de la enseñanza media, se matriculó en Filología polaca en la Universidad Jagellónica de Cracovia y en una escuela de teatro. Sin embargo, la llegada de la guerra y la ocupación nazi cambiaron sus planes. 

Con 19 años comenzó a trabajar en una cantera y después en la fábrica química de Solvay para ganarse la vida y evitar su deportación a Alemania. Tres años después y mientras seguía trabajando, decidió entrar en un seminario clandestino organizado por el obispo de Cracovia, el cardenal Sapieha.

Esta formación, que le sirvió para comprender mejor el mundo, culminó con su ordenación sacerdotal, el 1 de noviembre de 1946, fiesta de todos los santos. Algunos amigos y familiares fueron los únicos testigos de esta ceremonia en la residencia del arzobispo de Cracovia.

Karol Wojtyła siguió siendo el de antes, un enamorado de las letras y del teatro. La única diferencia, la que le convirtió en uno de los hombres más queridos de la historia, fue su fe. Su apuesta por Cristo, su amor a cada persona que se acercaba a él y su dedicación a los niños, los jóvenes y los despreciados.

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